ASFALTO


Asfalto gris, a nuestro paso se convertía en un camino de soles dorados y anaranjados. El viento en la cara zumbando en mi piel, en mis oídos, en mis labios. Todo mi cuerpo vibrando en ese asfalto de múltiples colores; mi alma temblando como una pequeña gota.

La calle, como un camino que zigzagueaba a cada paso, era nuestra, nuestro ese día, nuestro ese sol que iluminaba tus ojos verdes y los míos; esa bahía que nunca había visto allí, vos y yo de día, por primera vez.

Mi vida podría haber terminado allí mismo, jamás me iba a imaginar que te pediría ese abrazo… Más era tanto lo que había dejado en el asfalto que necesitaba volver a unir (me). Llegó tu abrazo distante, insistí, de a poco vino la calma.

Volvimos con el viento, otra vez mi cara arremolinando mi pelo. Mi cuerpo ya no vibraba… porque… ahora estaba mucho más cerca de vos, con mis brazos rodeándote. Ya el camino no zigzagueaba, todo era una calma dulce; mis pies parecía que flotaban y mi cuerpo que volaba en el viento.

Y allí con el sol que nos había descubierto, fui feliz por primera vez, solo por un momento… que duraría toda la eternidad…

 

                                                                     “No confíes en lo que tus ojos te muestran. Solo te enseñan limitaciones. Mira con tu discernimiento, descubre lo que ya sabes y verás la manera de volar”.

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