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Mostrando las entradas de junio 20, 2021

Te vi

En esa terraza te vi esa noche de diciembre, la luna estaba redonda, esa redondez se reflejaba en tus pupilas y hacía que tus ojos brillaran. No sé si éramos miles o cinco, si te diste cuenta de que te miré o si  es que el viento era tan fuerte como para que me cambiaras el lugar. Sólo sé que te vi cuando entraste y que tuve ganas de hablarte. Sólo me importa recordar que estabas puesto en el mismo espacio de tiempo y lugar que el mío… Si fue obra de la casualidad, de la estrategia o de la causalidad no lo sé, porque de alguna manera creo que esa noche nos lo tenía todo preparado para que nos cruzáramos, para que se cruzaran nuestras miradas. Aquella noche las palabras flotaban en el aire como sostenidas por luciérnagas y giraban alrededor nuestro, desenfrenadas y calmas a la vez, iban y venían con distintos matices; se movían con el viento, algunas volaban y se iban lejos, otras seguían cerca de nosotros. Cuando llegó el amanecer, las luciérnagas se apagaron y las palabras cayeron a

Qué lindo sería si estuvieras aquí

-De verdad, qué lindo sería si estuvieras aquí justo ahora -dijo él. -¿Qué harías? –pregunté. -Imagínatelo. Y los dos nos reímos…  -A veces pienso que vamos a estar juntos otra vez, como cuando me decís que vamos a ir a París o yo te digo que vamos a ir a Salta. Pero cuando veo nuestras vidas digo, ¿cuándo va a ser eso? Quizá en otra vida, no en esta. -Yo creo que aún no estando juntos físicamente todos los días de nuestras vidas estamos juntos igual. ¿Vos qué crees? -Es lo más hermoso que me has dicho. -Estamos en vidas distintas y tenemos otras responsabilidades… A pesar de esto, vamos a estar siempre juntos… -Qué lindo lo que me decís… -Y un día nos encontraremos en París, sabelo. -¿Por qué no estamos más juntos?  - Ya ni vos ni yo lo sabemos; solo conocemos lo que viene pasando –dije. -Lo mismo digo, preciosa. Pero te aseguro una sola cosa… -¿Cuál? -Así tengamos 60 vamos a estar juntos en París…

Eternos

El río nos atrae hacia él, tu olor a viento, a sol, a chocolate. Seré cursi pero desde hace unas semanas me enamoré de vos, sí, de vos, vos, vos.  Quiero llorar, quiero reír, quiero correr hacia donde estés para seguir besándonos; no quiero hablar, quiero besos que comuniquen esto que sentimos. Quiero seguir gritándole a los cuatro vientos tu nombre, ¿que los árboles pueden escuchar?  Que escuchen hablar de amor, que escuchen que te llamo en luna llena que es nuestra luna desde hace años, que escuchen que lloro tu nombre cuando te extraño.  No puedo dejar de pensarte, no quiero dejar de hacerlo, me hace tan bien aferrarme a lo que siento... Aunque no te tenga esta noche ni mañana ni pasado ni pasado mañana ni nunca... El tiempo no pasará para nosotros, seremos eternos...

Decime

Extraño cada milímetro de tu piel, el sabor a café de tus besos, tus abrazos de oso.  Cuánto tiempo pasó sin besarnos, cuántas horas perdimos; una tarde no puede alcanzar para recuperarlas. Decime que me amás, que no podés dejar de pensar en mí, que las canciones te hacen recordarme, también los atardeceres. Decime "estemos juntos otra vez, te voy a llevar a cenar o de viaje, te amo solo a vos...". "Nada es tan nuestro como lo que dejamos en libertad para que se vaya y no se va". Zab. G. Andrade.

Nuestra luna

Esta es nuestra noche, en el cielo brilla nuestra luna, vos ya estarás en tu casa o quizás en camino hacia ella; yo estoy en el balcón disfrutándola. Cuando era chica en cada luna llena siempre pedía deseos, hoy ya no me acuerdo cuáles eran, pero sí sé lo que deseo ahora. Lo he gritado al viento muchas veces, pero ahora prefiero callarlo porque tengo miedo de que se lo cuente a los árboles y ahí mi deseo sería revelado. También guardo secretos que solo la luna y yo conocemos... En esta hermosa noche de luna llena desearía que estuvieras acá, igual lo estás de alguna manera, siempre estás aunque no estés en persona. Sería más lindo si estuvieras, podríamos tomarnos de la mano, podrías acariciar mi cara, darme esos besos suaves que a mí me gustan, podría acariciar tus canas, tocar tu piel suave, podríamos besarnos sin prisa, podrías aconsejarme acerca de todo lo que necesito.  

Huellas

Huellas que van y huellas que vienen, el agua que va y el agua que viene; el agua salada, los copos del cielo azucarados... La espuma que también deja sus marcas en la arena mojada, tus pies que caminan y caminan, a veces sin rumbo y otros con un camino que parece ya diseñado.  Las nubes se mueven, el agua se mueve... Y la arena te sostiene, te estabiliza, más no te detiene, te anima a estar con los pies bien apoyados y a mirar hacia el horizonte. Mientras soñás y creás con los ojos abiertos tus pies marcan que allí estuviste hoy, presente y vivo. Y esas marcas quedarán grabadas en el recuerdo de sentir la brisa del mar en tu cara, el olor a mar y los pies descalzos, firmes, sobre la arena... "La vida no cuenta los pasos que has dado, sino las huellas que has dejado".

Oleaje

  Y ahí estás, parado, estable, con los pies firmes en la arena mirando hacia el mar... Un mar calmo, con olas suaves que se empiezan a agitar, a mover, nada las detiene, se elevan, son fuertes, salvajes, duras, rompen con lo que haya en su camino y van como en un destino trazado a acariciar la orilla, ¿será que necesitan estar más cerca de la arena? O tal vez solo quieran mostrar que no son solo fuertes y bravas, que también pueden ser blandas, cálidas cuando llegan a la orilla... Para luego volver hacia atrás, para ir y venir dejando una espuma blanca, una clara señal de que allí estuvieron. "Las olas son como cada uno de nosotros,  nos mostramos de una manera y también de otra, tenemos un lado fuerte y un lado blando, oscuro y luminoso, furioso y calmo. Estamos continuamente en un ir y venir, en un estar siendo y en un yendo. Y en ese fluir que tenemos vamos dejando nuestra impronta, nuestra esencia, nuestra señal, nuestra huella en los corazones de quienes saben escucharlos&qu

Pensando

He estado pensando cómo decirte que tengo ganas de verte, de compartir el estar siendo de nosotros en una caminata o en una charla.  He estado pensando qué palabras usar, más no las encuentro, más me perturba no encontrarlas y no comunicártelo. Por esto es que he decidido escribirte una frase: "Tal vez antes de que nos encontráramos ya había caminado por donde habías pasado, ya había ido por las mismas calles, ya había visto el lago, escuchado a los pájaros; ya había ido al mismo café o había tomado mate en la misma plaza... pero lo había hecho sola, sin que estuviéramos los dos, y el haber compartido juntos, momentos breves, fugaces hace que ahora estén en mí, empezando a latir, volviendo a renacer".

Ahora que no estás

Venía y no podía golpear la puerta. Venía y golpeaba la puerta. Venía y golpeaba la puerta y te llamaba por tu nombre. Era venir sin saber si ibas a estar, si ibas a escuchar, si ibas a querer tomar un café, si ibas a querer quererme. Toda esta calle parecía tan gris, tan vacía; ahora que no estás se ve más radiante. Es como si todo el pesar se hubiera ido con vos, incluso el pesar de esta calle; hay más gente, más autos, más vida.   Camino por calles que no me tocan hace milenios. Llego a la calle siete y treinta y seis. Hoy no hace tanto frío y el cielo está gris. Te busco. Quizá solo esté buscando la mejor versión de mi padre. Y qué mejor lugar que acá, en la ciudad que nació, vivió y murió. Quizá si te busqué. Sí, te busqué hasta que te encontré casado y con hijas. Es que me pregunto qué hago acá esperándote… Lo que nunca iba a imaginarme era que te ibas a meter así dentro de mi piel, huesos y alma. Es una sensación de dolor mezclada con alegría y calma. 

I love you

Adorame, amame, no me quieras solamente. Un “te quiero” no es nada si lo que hay es un gran amor. Rompo las reglas del psicoanálisis, todo está fuera de lo común, si no, que alguien me diga qué hacemos (en esa parada un 8 de enero en pleno verano). Era verano, habrán sido mis ojos, quizá tu sonrisa. Me llegas al corazón. Qué voy a decir, qué voy a ocultar, si te amo, te amo. No firmes un pacto con el diablo al dar todo tu amor, tu alma la vendés al mejor postor, porque el que ama se salva y conoce la eternidad. Podés ser eterno, podemos ser eternos. No hay medida, hacia allá voy.

Melody

Cuando era una niña soñaba con tener una paloma, para qué quería una paloma, me pregunto ahora. Me sentaba en el sendero de la casa de mi abuela y miraba a las que había por ahí. Eran tantas… Yo quería una sola. Elegí la que más me gustaba, era delgada, parecía la más chica de todas y siempre se quedaba cerca del pino cuando las demás se iban. Le gustaba volar hacia una rama del pino y posarse allí para que yo la contemplara. Decidí que sería mía y me propuse agarrarla.  Cuando estaba distraída, me acercaba, y en cuanto me veía volaba hacia la rama. Una vez se metió dentro de una planta redonda y grande a la que yo no podía meterme porque tenía flores y si la arruinaba mi abuela se enojaba. Le había puesto Melody a la paloma, porque mi madre insistía con una película romántica que llevaba ese nombre. Mi melody seguía dentro de la planta, me aseguré de que mi abuela no estuviera cerca y me metí para agarrarla. Parecía que estaba atrapada entre las hojas largas y gruesas. Llegué a rozar

Descender

   Estoy sola dentro de laberintos de los cuales no puedo salir, veo números que no sé qué significan, hay recovecos en donde no brilla el sol, ni llueve ni hay humedad. No hay camas mullidas, ni olor a café, ni a nada; no estás vos, ni nadie. Estoy sola en una ciudad llena de fantasmas, de voces que aturden... Descender piso por piso, la escalera tiene maderas finas y una baranda. Las paredes son de piedra. Las primeras escaleras las bajo con la luz que viene del exterior, pero cuanto más voy descendiendo la luz comienza a disminuir. De pronto, caigo, no hay más escaleras, claro, no me di cuenta porque todo está en penumbras. Venía caminando paso a paso confiada de esta escalera, por qué no habría de hacerlo, cuando mi pie pisó el aire y ya no tuve tiempo para retroceder. Mi garganta comenzó a cerrarse, gritaba, pero los gritos quedaban contenidos dentro de este pozo oscuro y desconocido. Se seguían ahogando en la garganta, casi que no los podía escuchar, era como si pertenecieran

Distancias

 Había una vez una princesa que había nacido sin nombre; todo lo demás tenía nombre, menos ella. Era una jovencita de cabellos y ojos color marrón. Un día, su madre, decidió que había llegado el momento de que tuviera un nombre. Le preguntó cuál le gustaría, pero la princesa no le respondió. La reina dijo que así no podía seguir, que ya le había dado mucho tiempo para pensar. La princesa permaneció callada. “¡Respondeme!”, le había dicho la reina levantando la voz. Y la princesa siguió ensimismada mirando hacia el piso sin decir ni una sola palabra. “¡A partir de hoy te llamarás Iverna!”, había sentenciado la reina. La princesa quería decirle que no sabía qué nombre tener, que hubiera preferido que se lo eligieran al nacer… Aquella noche la princesa durmió muy poco, pensó qué hacer, sabía que en el bosque había un lugar donde cambiaban los nombres. Antes de que amaneciera se fue a uno de los establos, buscó a Hans, su caballo de pelaje negro, y le dijo: “¡Nos vamos de aquí!”. Cabalgó