Ahora que no estás

Venía y no podía golpear la puerta. Venía y golpeaba la puerta. Venía y golpeaba la puerta y te llamaba por tu nombre. Era venir sin saber si ibas a estar, si ibas a escuchar, si ibas a querer tomar un café, si ibas a querer quererme. Toda esta calle parecía tan gris, tan vacía; ahora que no estás se ve más radiante. Es como si todo el pesar se hubiera ido con vos, incluso el pesar de esta calle; hay más gente, más autos, más vida.

 

Camino por calles que no me tocan hace milenios. Llego a la calle siete y treinta y seis. Hoy no hace tanto frío y el cielo está gris. Te busco. Quizá solo esté buscando la mejor versión de mi padre. Y qué mejor lugar que acá, en la ciudad que nació, vivió y murió. Quizá si te busqué. Sí, te busqué hasta que te encontré casado y con hijas. Es que me pregunto qué hago acá esperándote… Lo que nunca iba a imaginarme era que te ibas a meter así dentro de mi piel, huesos y alma. Es una sensación de dolor mezclada con alegría y calma. 

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