De lluvia y de río


Llovía, las gotas cada vez eran más grandes y caían con más fuerza sobre la tierra. Ahí estábamos, parados, frente a frente. Lo busqué con mis ojos mientras se lo decía. Y él no solo me miró, sino que me agarró de la mano. Nos acercamos y fui en busca de un abrazo. Sentirlo cerca de mi pecho era como estar protegida, en un lugar cálido y vacío de angustias. Apoyé mi cabeza sobre su hombro, lo rodeé con mis brazos. Él me abrazaba agarrándome de la cintura, su cabeza descansaba en mi hombro; las gotas de lluvia nos salpicaban. Apoyó su mano sobre mi espalda; luego, me acarició la nuca, y el contacto con su ser me trajo el recuerdo de que alguna vez me habían amado. Las lágrimas se confundieron con las gotas que quedaban en mi cara. Abandoné su hombro y fui, nuevamente, en busca de su mirada, él hizo lo mismo. Luego, acercó su boca hacia la mía y rozó sus labios contra los míos. Cerré los ojos, creo que él también hizo lo mismo; escuchaba su respiración y cómo poco a poco nuestros labios se iban reconociendo y se iban acercando, lentamente, en aquella noche de lluvia y de río.

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