En esa esquina


Francisco aún creía en el amor. No tenía hijos, solo un perro blanco, llamado Athos que quería jugar a cada rato con él. Lo molesto fue cuando se encontró con Estefy porque Athos no paraba de saltar y él no podía mirarla a los ojos. Si lo retaba ella podría llegar a creer que él era un chico rudo, pero si lo dejaba saltar alborotadamente ella podría llegar a creer que él era muy blando. A Francisco no le gustaban los extremos, así que decidió relajarse y mirar a Priscila, eso era mucho más interesante que estar atento a su perro. Ella ahora acariciaba a Athos, sus manos... ¿Serían suaves?, ¿tendrían rayitas en las palmas? 


El viento soplaba esa tarde de invierno. Los pelos de Estefy se movían con el viento. "Voy a lo de mi tía", dijo ella y lo miró a los ojos. Él también la miró. La mirada de ella lo cautivaba, lo desnudaba, se sentía sin peso en los hombros, sin frío, sin calor. Era como que todo empezaba y terminaba en la mirada que se creaba entre los dos. Ella hablaba y Francisco no la escuchaba, miraba esos ojos grandes y de color miel que tenía Estefy, quería abrazarla, quería decirle que por fin alguien lo miraba. "Me voy", sentenció ella. Y se fue caminando mientras Francisco la miraba irse, sin sacarle los ojos de encima, hasta que ella dobló en la esquina.

Ella le había dicho, "anotá mi número de celular en el tuyo". Francisco la había llamado hacía dos semanas y la anterior lo había llamado Estefy. Hoy ninguno de los dos se había llamado, ella porque no quería volver a cometer el error de estarle atrás a alguien. Estefy había aprendido que no hay que apurar situaciones, si no se dan es por algo. Aunque tenía muchas ganas de levantar el teléfono y llamarlo, escucharlo no era lo mismo que mirarlo, pero por lo menos escucharlo era algo. 
Después de las tres sabía que ya no iba a llamarla si antes no lo había hecho. Así que las tardes pasaron durante esos días. Aún no entendía por qué no funcionaba la conexión telepática que ella solía tener; con Francisco esto no funcionaba, por más que pensara en él y lo llamase con el pensamiento no pasaba nada. Cada vez estaba más segura que la conexión de ellos era solo a través de la mirada.


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