Verte


Vengo hacia estas tierras y aquí es donde te siento y te pienso… Recuerdo aquella última vez, una tarde de lluvia. Antes de que comenzara a llover me escribiste para vernos, no lo dudé, tenía tantas o más ganas de vos o que vos. Tu nariz, tus labios, tus ojos negros… 

Nos vimos y caímos en el abismo de besos y sexo apasionado. Nos encendimos en el piso, en la silla, en el aire, detrás de la cama elevada, debajo de un ventilador. Nos apagamos mirándonos a los ojos mientras me contabas de qué trata “El hermano eterno”, de Zweig. 

Me hubiera quedado toda la tarde escuchando historias de tu tierra o te hubiera dicho que nos fuéramos a la orilla del río a escuchar cómo corre el agua, pero llovía, podríamos haber ido igual al río, también podríamos habernos quedado hablando toda la tarde de tus tierras o haciendo el amor en las otras partes de la habitación que nos faltaban.

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